Ya son, oficialmente, MAESTRAS. En la temporada más extraña de todas, una temporada que se ha salvado como se ha podido, con 10 torneos y el Master Final trasladándose de su ubicación esperada, Madrid, a Menorca, a la tierra de una jugadora que ha crecido enormemente este año.
Llegaban las dos mejores parejas del año, las números 1, Lucía Sainz y la local Gemma Triay, y las números 2, Alejandra Salazar y Ariana Sánchez. Crecimiento y convicción contra talento y trabajo. Unas con más desgaste que otras, unas claramente en la cresta de las olas tras trasladarse a Madrid, ceder mucho en el principio de temporada y resurgir cual ave fénix, apostando por un proyecto y unas ideas claras, por un cambio total de entrenador, preparador físico y equipo, pero manteniendo siempre la fe.
Cuatro títulos amparaban a Lucía y Gemma, una imperial en lo físico y la defensa y la otra en la definición y la invención, mientras que las rivales, Ari y Ale, lo hacían tras una semifinal de enorme desgaste físico y emocional, pues despedían a Patty y Eli con todos los honores, del torneo y como pareja.
La cita entre las cuatro comenzó con un constante ir y venir de puntos, con intercambios fatigosos que no daban respiro y que demostraban que las cuatro querían ganar, que no estaban de visita.
No fue hasta bien entrada esta manga cuando se produjo la rotura definitiva en favor de Sainz y Triay, que aprovecharon que esta última dio un paso más cerca de la red, corriendo de lado a lado, cubriendo y desarbolando la defensa y jugando bien tanto en cruzado como en paralelo, para ponerse por delante y terminar certificando con un 6-4.
Consagración de pádel en el segundo set
Ya estaba dado el primer paso, pero quedaba el segundo. Siguieron Lucía y Gemma, cada una en su labor, con nota muy alta, apretando bola tras bola para que Ale no pudiera sacar su derecha y Ari no pudiese inventar. La paridad inicial se transformó en un 4-1 que les sirvió a las de Ovide para caminar con paso firme y seguro, no ponerse nerviosa y navegar con viento a favor. Ese margen más que suficiente les valió para evitar sorpresas y que, solo cuatro juegos después, pudieran cerrar el partido y levantar los brazos al cielo (6-4 y 6-3)
Todo terminó con un abrazo algo frío, agridulce, entre las dos ya en el photocall, recibiendo los aplausos del público y agradeciéndose mutuamente los años vividos juntas. Ponen rumbos distintos, pero siempre quedará esta temporada que pasaron del aprobado raspado a la más absoluta matrícula de honor, una evolución increíble.
Cinco títulos y Maestras de 2020, la temporada más difícil pero quizá la más reconfortante también.
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