Al contrario que lo sucedido en el apartado femenino, el cuadro masculino sí que va a permitir ver al aficionado madrileño a las dos mejores parejas título por título. Los galones de cara al domingo estarán repartidos tras vivir ambos dos semifinales de distinta fórmula pero con un final común.
Un día que, además nos hizo soltar una lágrima debido al homenaje que Premier Padel quiso darle a la leyenda de Pehuajó, Fernando Belasteguín, en el lugar en el que más títulos ha ganado en su carrera. El público le demostró todo el cariño que siente por él.
Volviendo a la parte de competición, cruce de espadas (o mejor dicho palas) en todo lo alto. Se encendían las luces del Wizink Center para dar la bienvenida en la primera semifinal masculina a Arturo Coello y Agustín Tapia, pareja casi imbatible y temida por muchos, así como a Martín Di Nenno y Juan Lebrón, novedad estos de rapidísima adaptación y eficacia.
Dos estilos que mezclaban pegada y talento a raudales, uno con más pádel control que el otro, pero con armas para todos los estilos y de todos los colores. El aire del pabellón olía espectáculo y los aficionados se relamían en sus asientos. Lo que estaba por venir prometía.
Un ejercicio de compostura y de no perder los nervios, sino de tenerlos bien agarrados, porque cualquier error se pagaba caro, algo que vivieron en sus carnes Lebrón y Di Nenno, quienes necesitaron de su mejor versión en defensa para tapar todos los huecos porque en ataque funcionaron a la perfección, teniendo ocasión de adelantarse hasta cuatro veces y romper, pero no consiguieron ninguna, mientras que los nº1 no necesitaron más que una para encontrar premio. Eficacia máxima (6-4).
La ventaja les permitió a los chicos de Gustavo Pratto encontrarse más sueltos y permitirse lujos, dejar a Arturo descolgado arriba y a Tapia barriendo por detrás todo lo que encontraba, haciendo que se desesperasen el andaluz y el argentino y cometiesen más errores de los habituales (traducidos en seis bolas de break en contra).
Los nº1, a pesar de ellos, chocaban una y otra vez con la resolución y el empuje de dos jugadores que nunca, nunca, concedieron un solo punto sin pelear y que forzaron a máquina al máximo, aunque todo ello para acabar muriendo en la orilla. Sus esfuerzos fueron desgraciadamente en vano y lo que ante cualquier otra pareja les hubiese valido, no así ante Arturo y Agustín, seguros en sus acciones y con los automatismos mucho más asentados (6-4 y 6-4).
Tras el merecido homenaje a Fernando Belasteguín que llegó en medio de la jornada de tarde, con el público en pie, ovacionando, aplaudiendo y venerando la figura del mejor jugador de toda la historia, el más laureado y el que ostenta más títulos, aparecían Ale Galán y Fede Chingotto para intentar apagar la rebelión y el factor sorpresa de Lucas Bergamini y Juanlu Esbrí.
Primer torneo juntos y primeras semifinales, toda una declaración de intenciones que, sin embargo, les pilló con el físico algo justo y también con las ideas no tan frescas como otros días. Eso se notó desde los intercambios iniciales, pues la soltura de Fede y Ale contrarrestaba en todo momento la potencia aérea de Esbrí y el intento de controlar el juego con la volea y la bandeja del brasileño.
Los puntos y los juegos iban fluyendo mucho más hacia al lado del binomio hispanoargentino, más acostumbrado a la presión, lo que les permitía jugar con todo sin errar, mientras que Juanjo Gutiérrez intentaba desesperadamente que sus pupilos encontrasen una vía, la que fuera, para «meterle mano» al partido.
No lo consiguieron y acabaron sepultados por la rapidez de pies de Chingotto, la potencia física de Galán, sus automatismos bien engrasados y por el jugar de memoria que tan bien hacen. Un 6-2 y 6-3 finiquitaba la pelea y anunciaba una nueva batalla en la final entre las dos mejores parejas del ranking.