En un día triste para el pádel y para el periodismo, pues ya con noche cerrada conocíamos el desgraciado fallecimiento de nuestro compañero y amigo Carles Prat de Padel20 (una pérdida que nos dejaba en shock por la manera en que se producía y que dejaba a esta profesión un poco más huérfana), Arturo Coello y Agustín Tapia se manejaron como colosos en una final que, merecidamente y de manera muy honorable, rindió homenaje al citado comunicador.
Desde aquí nuestro aplauso a la Federación Internacional de Pádel, a Premier Padel y a la Federación Mexicana por ofrecer un minuto de silencio antes del comienzo del partido; Carles lo merecía, merece cualquier homenaje que se le ofrezca.
Volviendo, por complicado que sea, a lo puramente deportivo, hay que comentar que el partido servía para despedir a una pareja que durante años había sido referente, había reinado en el ranking, abusado de rivales y conquistado una larga lista de títulos pero que decía adiós por problemas de actitud de uno de ellos, los cuales se sumaban a una lista que durante los años de unión no había dejado de crecer.
Así, Ale Galán y Juan Lebrón vivían su ‘last dance’, la última puesta en escena conjunta en la que, lógicamente, querían salir campeones y despedirse con un mejor sabor de boca, pero la pareja que tenían delante no estaba por la labor, no quiso (al menos en el inicio) dejarles ni las migajas.
Una salida en tromba que pilló a los dos españoles todavía colocándose las muñequeras y las gorras, con el pie totalmente cambiado, sin posibilidad de respuesta. Y no la lograron tener, porque durante los apenas 15 minutos que duró la resistencia del andaluz y el madrileño, estos se dedicaron a recibir zarpazos, fuego aéreo constante; fue un visto y no visto, un juego altamente resolutivo en el que, lejos de su habitual pues en escena, ni Lebrón ni Galán pudieron contrarrestar, tampoco su entrenador, que asistía desde el banquillo al recital que Arturo y Agus estaban realizando.
Totalmente desatados, hicieron lo que pocos o prácticamente nadie ha logrado nunca, endosarles a Ale y Juan un 6-0.
En el segundo cambiaría algo el guion, pues heridos en lo más profundo de su orgullo, Lebrón y Galán no querían despedirse del público y del pádel en general con un golpe tan duro. Sin embargo, sería todo más corazón y cabeza que realidad, pues aunque lo intentaron mejorando su puesta en escena, el nivel al que estaban los nº1 hacía impensable cualquier remontada.
Más por relajación suya y por ofrecer algo más de igualdad, Arturo y Agustín permitieron que sus rivales se metieran ligeramente en el partido pero, en el momento clave, fueron ellos los que volvieron a golpear. Desde el resto obtendrían un break fundamental para sus aspiraciones, una rotura con la que levantaban el título y despedían, con todos los honores por la trayectoria lograda, a Juan Lebrón y Ale Galán (6-0 y 6-4).