Era una final por todo lo alto, el duelo más esperado por muchos motivos pero por dos principalmente: uno por ver a una jugadora local peleando en su tierra por levantar el que podía suponer su primer título en la temporada en World Padel Tour, y el segundo, por ver cómo reaccionaban las nº1 a la ausencia total de necesidad de victoria para defender su posición en el ranking.
Sin embargo, todo quedó en un segundo plano por una noticia triste, de las que no gusta dar y de las que golpean duro: Paula Josemaría perdía a su abuela, Luisa Rodríguez, justo antes de la final. Sus lágrimas lo decían todo, eran espejo de sus sentimientos, pero sacaba fuerzas de flaqueza y se vestía de corto. Demostración de orgullo, de espíritu competitivo, de hambre. Decidía jugar.
En medio de todo eso aparecían las cuatro contendientes en la final. Gemma Triay y Martita Ortega a un lado de la red y Paula Josemaría y Ari Sánchez al otro. Sonrisas y lágrimas, todo se unía en una misma foto.
Y lo que se anunciaba como un partido en la cumbre lo fue, más incluso que cualquier premonición o deseo previo. Porque se tiraron de todo, fue un duelo »a cara de perro», sin medias tintas.
Poco a poco empezaron a coger velocidad y sumar puntos, con un ritmo no excesivamente rápido pero sí continuo. Eso sí, ninguna pareja era capaz de romper una igualdad que iba a ser la nota predominante en todo el choque, lo que provocó que en esta primera manga se llegara a un final en el que un solitario break, a favor de las chicas de Rodri Ovide, decidiera quién se ponía por delante (4-6).
Ari y Paula, sobre todo esta tirando de orgullo y borrando los pensamientos negativos de su cabeza, empezaron a carburar, lo necesitaban y el partido lo pedía, por lo que sacaron su versión más resolutiva al tiempo que al otro lado de la pista no bajaban las prestaciones ni Triay ni Ortega, pues querían finiquitar el partido y no tener que sufrir más de la cuenta, algo que se antojó imposible.
Sánchez y Josemaría buscaban seguir ampliando su racha triunfal en las finales y por eso la última parte del set fue suya; eran ellas las que apretaron desde el resto y las que consiguieron rascar una rotura que les permitió empatar (6-4).
Duelo vibrante, pasión pura, en el tercero. Las cuatro jugadoras subieron el listón lo más arriba que pudieron y el público, entregado por completo ante la que suponía la despedida del pádel de Menorca al menos en el futuro más próximo, no se perdía un solo ir y venir de pelota. No fue hasta el décimo juego cuando todo se desbarató y cuando el pabellón rugió. Gemma, empujada por la grada, apretó de lo lindo junto a su seguro en el drive, Ortega, consiguiendo a través de un esfuerzo titánico reinar en su casa (4-6, 6-4 y 4-6) y no solo esta vez, sino que lo lleva haciendo desde 2020. Menorca es su feudo preferido.
Aplaudir, obviamente, la puesta en escena de Paulita, algo que no todos podrían hacer y que ella, desde una profesionalidad máxima, conseguía. Parte de la final también su suya y aunque no haya podido dedicar el título a su abuela, en el camino queda su entrega.
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