Se cerraba la Philippe Chatrier para evitar la lluvia y para hacer que la temperatura y los decibelios subieran, y se notó. La pista central de Roland Garros se convirtió en un hervidero en el que las dos semifinales masculinas encontraron dos partidos de marcador idéntico pero resultados alejados de lo esperado, de lo que todos querían presenciar este domingo.
Porque si en una de ellas se mantuvo la línea prevista, en la otra hubo ‘sorpasso’ y encumbró a uno de los grandes ídolos locales.
Pero pasemos primero por el derroche de acierto que realizaron Arturo Coello y Agustín Tapia en un duelo eléctrico frente a Jon Sanz y ‘Coki’ Nieto, dos parejas de juego rápido y sin miramientos.
Pretendían los dos españoles calcarles la receta a los nº1: juego rápido, voleas pesadas e intercambios constantes, pero se equivocaron en la ejecución y sus tiros no iban con la misma mordiente ni acierto que los de Coello y Tapia, que se movían en esa situación como peces en el agua.
Ello se tradujo en un parcial muy en contra para el madrileño y el navarro, enquistados en la central y sin argumentos. Ni podían ni les dejaban venirse arriba y recuperar el aliento, sufriendo en sus carnes un repiqueteo constante (‘pum, pum, pum’), cual metrónomo, de una bola que no dejaba de proporcionales breaks en contra y les alejaba de su sueño (6-2).
Lo intentaron mejor en el segundo, calmándose y buscando otras opciones, un juego más trabajado, con más intención y de revoluciones más bajas, y eso les metió en la pelea. Así igualaron las fuerzas y el partido se movió en un entramado algo más táctico pero que permitió un final más apretado hasta que volvieron a dar el español y el argentino un pasito adelante para romper nuevamente y terminaron por certificar su pase a una nueva final (6-2 y 6-4).
Este resultado les permite mirar, más que nunca, a la posibilidad del número 1 también en Premier. Ya lo tienen (casi matemático) en World Padel Tour, pero teniendo en cuenta cómo se está dando la temporada, para ellos en su primer año un doble entorchado sería histórico e impensable no hace tanto. Están rompiendo todos los récords y estadísticas y, desde luego, van a pelear por ello.
Después llegaría la locura con Juan Lebrón y Ale Galán buscando su billete al duelo final ante Paquito Navarro y Fede Chingotto, una dupla de juego muy diferente en cada uno de sus integrantes pero que se ha convertido en un seguro de espectáculo, control y pelea ante los grandes.
Con el público ahora sí llenando las gradas el partido se convirtió en un intercambio intenso en sus primeros cuatro juegos hasta que Paquito y Chingo entraron en ebullición. Se hicieron con el mando y fueron capaces de maniatar a Lebrón y a Galán, quienes poco a poco fueron perdiendo fuelle y no encontrando respuesta a las voleas por el medio del pequeño argentino ni a los cambios de velocidad y dirección de un Navarro que crecía, jugaba a placer y se metía al público en el bolsillo. Así obtuvieron distancia en el luminoso y dieron el primer golpe, un 2-6 que encendía las alarmas para Ale y Juan.
Mariano Amat trataba de buscar un cambio de tendencia en los suyos, intentando enchufar más a un Galán intermitente y obligándole a que estuviera atento a las bolas por el centro, pero apenas surtió efecto, pues Paquito y Fede entonaron una serenata perfecta que les regaló un 0-3 de inicio.
Sin embargo, tirando de orgullo y del gran pádel que tienen, los nº1 recuperaron parte de lo perdido y llevaron el choque a una nueva dimensión, a un final algo más apretado en el que los de Gaby Reca tuvieron que pelear más de lo esperado, pues su ventaja se esfumó, pero supieron mantener la cabeza fría y en un alarde de calidad, dieron el zarpazo definitivo. Un 6-2 y 6-4 que les hace soñar y que puso a todo el público en pie cantando el ‘Paquito is on fire’. ¿Habrá nueva serenata en la final?
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