Había en ciernes, en la gran final de Mendoza, un duelo excelso de pádel. Cuatro jugadores de talento infinito, cuatro ganadores natos que este año eran de los pocos, o más bien los únicos, en tocar metal.
Ya de entrada lo demostraron tanto Arturo Coello y Agustín Tapia como Franco Stupaczuk y Martín Di Nenno, estos claros favoritos del público, con un despliegue sobre la central que fue una invitación al espectáculo, al sentarse y deleitarse. Pero a partir de los primeros juegos, el mando fue insultante del binomio hispanoargentino.
En el segundo juego ya habían conseguido el break y desde ese momento su caminar fue firme y rápido, viniéndose arriba con absoluta facilidad y obteniendo otro pocos juegos después para escribir una brecha insalvable. Su puesta en escena era arrolladora y la gente, por más que animaba a los ‘Súper Pibes’, se daba de bruces con la realidad: había mucha diferencia de activación y acierto entre las dos parejas. Una mordía y la otra solo podía rumiar.
Sin embargo, tras conseguir un amplio 6-2 e irse al banquillo, Martín y Franco salieron con otro aire, dispuestos a demostrar por qué son firmes candidatos y por qué en el pasado ya les ganaron. Cambio de chip, con (ahora sí) mentalidad positiva y con los ánimos de su técnico, Carlos Pozzoni, arengándoles.
Este segundo tuvo más pelea y cero diferencias, pues los dos argentinos eran capaces de pelear su saque y apretar también desde el resto, aunque sin terminar de conseguir premio. Lo tuvieron cerca en el quinto juego, pero no llegó, como tampoco los Arturo y Agus con los tres que dispusieron poco después del ecuador, pero las tablas no se desvanecían (4-4). Con un 6-5 en el luminoso, el vallisoletano desaprovechó un cómodo smash de los que no suele errar y que hubiese supuesto hasta tres puntos de partido, pero lo salvaron Stupa y Di Nenno y llevaron el encuentro a la muerte súbita al tiempo que el público pedía un tercer set para que no decayera la fiesta.
Ahí, sin embargo, y a pesar de que tuvieron punto de set a favor, las tornas se les volvieron en contra y no les permitieron cerrarlo, toda vez que acto seguido, con el binomio hispanoargentino disponiendo de punto de partido a favor, apareció Agustín Tapia, héroe local, para cerrarlo con un toque sutil, medido (6-2 y 7-6). Juego, set, partido y título, el décimo en World Padel Tour y el tercero en Premier Padel, 13, para espantar supersticiones.
Agustín Tapia le concedió a Coello el deseo de ganar en su país, y este se la ha devuelto en su tierra. La prueba de Mendoza, la que justo supone un parón en la vertiginosa temporada que estamos viviendo, ya es de los ‘Golden Boys’, de los dos chicos que decidían juntarse este año para hacer historia. No esperaban encontrar tanto éxito tan pronto pero cuando hay talento, pocas cosas se resisten.
Ahora toca descansar y recargar pilas, esperando en su equipo que la inercia tan positiva que llevan tanto en un circuito como en otro se mantenga. Ojo que la segunda mitad de temporada será incluso más dura que lo ya vivido.
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