El partido final de Vigo tenía una intrahistoria fantástica. Regresaban los números 1 a una final, a la propia competición, tras nada más y nada menos que siete citas fuera, y lo hacían ante dos jugadores que se han erigido en sus grandes rivales este año, una versión evolucionada y más joven de su juego, una versión hambrienta.
Había dudas por conocer el estado en el que se encontraban Ale Galán y Juan Lebrón, sobre todo este último tras negar con la cabeza al terminar las semifinales y tocarse una y otra vez su codo derecho, mientras que Arturo Coello y Agustín Tapia llegaban como un tiro, insaciables siempre y con una cantidad de recursos en la pista a los que pocos llegan. Y todo ello, con el trasfondo de que, en caso de ganar, Coello y Tapia se erigirían como los nuevos números 1. ¿Alguien da más?
Obviamente, este no era el torneo para sacar conclusiones respecto al estado del madrileño y el andaluz, por el tipo de pista y porque llegaban tras mucho sin competir, pero con el amor propio muy tocado y con ganas de demostrar a propios y extraños que tienen mucho que decir y que sin estar al 100% puede competir con cualquiera.
Eso sí, Coello y Tapia no se guardaron nada desde el inicio, rotura tras rotura hicieron su carta de presentación con un 0-3 que ya anunciaba que iban a lucharlo todo y que si Galán y Lebrón querían pelearles el torneo, iban a tener que olvidarse de sus dolores y su maltrecho físico y jugarles de tú a tú.
Mantuvieron el margen tras hacer su primer punto los nº1 (1-4), pero siguieron arrollando y mandando (2-5), con una estadística muy superior en primeros saques (46% contra 71%), y en eso y en caminar rapidísimo a la red constantemente, cimentaban su superioridad.
No negociaron en cuanto tuvieron su primera oportunidad de cerrar el set, y más si podían hacerlo con su saque. Coello y Tapia, sin levantar el pie del acelerador, se hacían con él con un 3-6.
La reanudación nos permitió ver otra cara de Juan y Ale, un resurgimiento esperado pero también en parte sorprendente por cómo se venía desarrollando el partido. El marcador reflejaba un 3-2 en el quinto, ahora sí manteniendo el madrileño y el andaluz su status, su contundencia, y aunque respirando incómodos, no perdían eficacia. Pusieron tiritas a sus dolores y decidieron que, a falta de físico, era el momento de emplear sus mejores tiros, algo a lo que se dedicó Galán con los remates cada vez que una bola le venía franca y Lebrón, sin forzar tanto por su brazo, pero cambiando sutilmente la velocidad y las direcciones cada vez que aparecía su pala.
Punto de oro en el séptimo juego, con 3-3 al saque de Lebrón, pero con Tapia haciéndose ENORME. Remate de Ale Galán con la pelota volando por encima de la pista pero con el de Catamarca saliendo inconmensurable para devolverla tirando a la red, sin capacidad alguna de respuesta. Punto y break (4-3).
A partir de ese momento, los de Mariano Amat crecerían jugando más con corazón que con cabeza, tirando casi sin medir y subiendo enteros, ganando por intensidad a Coello y Tapia, que tuvieron opciones de cerrar el partido (3-5) pero no aguantaron la presión y vieron cómo el partido se terminaba marchando sin remedio al tie break.
Lo defendían todo los actuales líderes del ranking, desencajados pero saliendo casi siempre airosos de los intercambios y con un Ale Galán estratosférico en el remate, saltando y llegando a todo a pesar de su maltrecha pierna; así, consiguieron llevarse el desempate por 7-4 y plantar cara en la final. Les costó, pero habían llegado.
El tercer parcial continuó por los mismos derroteros, una oda al pádel, una final magnífica de las que pocas veces se ven, sin ahorrar ninguno de ellos esfuerzos y multiplicándose en el 20×10. Tuvieron otra vez opciones de cerrar tanto al resto como con el saque el vallisoletano y el de Catamarca el choque, pero se resistían Galán y Lebrón, quienes volvieron a conseguir forzar (no se sabe cómo) la muerte súbita. Un desempate magnífico, guinda colosal a un partido imperial que terminaría por encumbrar a Arturo Coello y Agustín Tapia, llorando en la pista tras cosechar su (ahí es nada) séptimo titulo de la temporada, abrazados, recibiendo una ovación gigante por parte del público y el reconocimiento por parte de los oponentes (3-6, 7-6 y 6-7).
Habían hecho historia, quitándoles a Galán y Lebrón el número 1 tras 52 torneos seguidos ostentándolo, desde allá por 2020, tiempo de pandemia, un total de 1028 días seguidos e impidiendo que este lunes el madrileño celebrara su cumpleaños en lo más alto. El éxito de unos es de aplaudir y el de los que acaban de llegar también, son cuatro jugadores que van a marcar una etapa dorada en este deporte y todos merecen su reconocimiento. Ahora, Coello y Tapia lideran por partida doble, pero Lebrón y Galán no han dicho su última palabra.
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