La enorme victoria conseguida por Fernando Belasteguín y Arturo Coello en Amsterdam, la segunda consecutiva tras imponerse en Madrid, solo tiene un secreto: trabajo.
Pero trabajo, trabajo y más trabajo, porque ambos forman una pareja que conoce a la perfección sus puntos débiles (que enmascara) y los fuertes (que potencia al máximo), haciendo que los rivales sufran y tengan que ganarles una y otra vez la bola, que se metan en el juego táctico que plantea Bela y que les enreda cada vez más para terminar siendo rematados por el español. Virtudes en uno y en otro pero en el caso del argentino, con 43 años, se acaban los calificativos, es superlativo y ojalá su cuerpo aguantara muchos años más sin lesiones y a este nivel.
Porque ver jugar a Bela, más allá de ensalzar el gran espectáculo que dieron los cuatro, porque Franco Stupaczuk y Pablo Lima también pelearon de lo lindo, es no solo ver a una leyenda de la cual te guardas vídeos, es ver cómo un jugador gana a los que podrían ser sus hijos, cómo se adapta a pistas rápidas, lentas, al marcador a favor, en contra, a tener mucho volumen de juego o a no tocar bola, y siempre sale con la cabeza bien alta.
Y todo ello lo demostró una vez más, esta vez poniéndose el timón a la espalda con un inicio sublime (0-2) que maniató al gran momento que vivía Stupa y a la entrega innegociable de Lima. Así, con dos juegos de ventaja se fueron manteniendo en el primer parcial hasta que en la parte final, otro estirón más del dueto hispanoargentino amplió las diferencias hasta el 2-6 definitivo. El primer paso estaba dado.
La reacción de los de Carlos Pozzoni no se hizo esperar y ocurrió nada más salir del banco. Esta vez cortaron de raíz la fuga de puntos en el comienzo (1-1), si bien Bela y Coello mantenían el nivel de sobresaliente, sabiendo manejar muy bien la bola, abriendo ángulos, con Coello devolviendo con firmeza cada latigazo del cañón de Porto Alegre y Bela sabiendo ajustar sus tiros para que Stupa no hiciera daño con su bandeja a la verja, dos de sus armas principales que estuvieron bajo control en todo momento. Eso les permitió revolverse y adelantarse nuevamente en el marcador (1-3).
Pero entonces llegó la locura al partido con puntos más eléctricos, salidas de pisa, recuperaciones prácticamente imposibles para cualquiera salvo para Franco Stupaczuk y ahí, este se convirtió en el agitador que tanto necesitaba la final. No solo recuperó la desventaja (4-4), sino que sostuvo a la pareja hasta el décimo juego (5-5) pero la falta de más acompañamiento y sobre todo el hecho de que de nuevo Bela y Coello cerrasen la puerta al posible alargamiento del partido, no le permitió llegar más allá. Saque, break y partido resuelto (2-6 y 5-7).
Bela y Coello volvían a reinar, ahora en territorio holandés, con un juego sólido, sin apenas fisuras y ofreciendo argumentos para tenerles muy en cuenta de cara a la recta final de la temporada.
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