Cinco torneos disputados, cuatro títulos y una supremacía que se extiende, por el momento, sin posibilidad de contestación por parte de otras parejas. Son como los irreductibles galos, Asterix y Obelix, pero en versión femenina y con más dominio si cabe.
Gemma Triay y Alejandra Salazar se presentaban en la pista central de Bruselas con ese aire de superioridad que te da ser las favoritas, con una trayectoria inmaculada en el torneo y con la posibilidad en el horizonte de ampliar no solo su palmarés, sino la distancia con sus más inmediatas perseguidoras, Ari Sánchez y Paula Josemaría, que se despedían en esta ocasión antes de tiempo. Delante, Virginia Riera y Patty Llaguno, dos muros que están reconvirtiendo su estilo a uno más ofensivo pero sin perder su toque de gladiadoras.
Precisamente esa mutación les permitía golpear primero, adelantándose con una rotura de servicio que les pondría por delante y que ya no soltarían pese a los continuos intentos de las números 1 por eliminar toda diferencia en contra y escribirla a su favor. No lo lograron y las de Juanma Rodríguez daban una gran sorpresa, pues conseguían lo que nadie hasta ese momento en el torneo: poner contra las cuerdas a Triay y Salazar y hacerles un set en contra (4-6).
Pero la reacción fue de gigantes, de dos jugadoras acostumbradas a ganar, a arrollar, a no descansar hasta la victoria final y, espoleadas por la grada belga y por los propios ánimos de tu técnico, cogieron el cuchillo, se lo pusieron entre los dientes y salieron a atacar.
Así, pasaron del 0-0 al 5-0, toda una declaración de intenciones que les permitía sestear con calma y ahorrar fuerzas para el último capítulo, que se anunciaba apasionante. Solo pudieron disminuir su diferencia hasta la mitad y con un 6-3, Gemma y Ale empezaron a tomar carrerilla.
El dominio en el tercero fue absoluto, incontestable. Se desmelenaron sin freno alguno y solo el final del choque les sacó del trance de ataque total en que se metieron. Patty y Vir no podían frenarlas, tampoco hacerles un solo punto, ni quiera por honra, y se marcharon de Bruselas con una remontada en contra y, lo que es más doloroso, con un último parcial demasiado negativo (4-6, 6-3 y 6-0) tras haber peleado sin descanso durante más de dos horas.
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