Se van como vinieron, como han estado desde el primer minuto y hasta el final, con su eterna sonrisa. Nueve años dan para mucho, para ver evolución, para confirmar que son una pareja distinta, para ilusionarse también mutuamente y en su caso más allá de lo deportivo.
Eli Amatriain y Patty Llaguno se van habiendo sido números 1, números 2, números 3…con unos cuantos títulos en su cuenta particular, con muchas victorias y también con derrotas, habiendo aprendido quizá más de estas, sobre todo de las no esperadas (como probablemente la de las semifinales del Master donde lo tenían todo de cara), pero sobre todo se van con dos cosas muy importantes para cualquier deportista: respeto y admiración.
El respeto y la admiración de compañeros (a la par que rivales) y de los aficionados, por haber sido dos jugadoras modelo, de esas que todo el mundo querría en su equipo, por no haber puesto nunca una mala cara, por querer aprender siempre, por jugar diferente al resto, por saber admitir la superioridad de las contrarias, por estos y otros muchos valores. Porque han sido tantas y tantas las muestras de cariño en redes sociales que la lista parece interminable (Bárbara Las Heras, Ángela Caro, Gustavo Pratto, Esther Lasheras, Valeria Pavón, Pedro Alonso-Martínez, Mapi y Majo Sánchez Alayeto, Ana Catarina Nogueira, Javi La Red (técnico de Victoria Iglesias), la propia Victoria, Elena Ramírez, Lorena Rufo, Paula Josemaría, José Luis Rivero (FMP), Cecilia Reiter…).
Como admitía la propia Patty en sus redes, »por más que busco, no encuentro palabras para definir lo vivido todos estos años a su lado… sólo sé que he tenido la suerte de sentirlo y eso formará parte de mí, siempre. Gracias por todo lo aprendido juntas en este camino y por ayudarme siempre a dar lo mejor de mí. Gracias de verdad a todos los que nos habéis empujado de cerca y lejos para que nunca dejáramos de luchar una pelota. Tanto cariño ha sido impresionante».
Y se separan habiéndose saltado todos los protocolos toda vez que al término de su semifinal en Menorca ante Alejandra Salazar y Ariana Sánchez, y a pesar de la derrota, recibieron tantos o más aplausos que las ganadoras, mezclados con sus lágrimas y las de las oponentes, todas poniendo en valor su unión y lo que dejaban. Envueltas en un mar de emociones se daban uno de sus últimos abrazos en público juntas, después quedaría la soledad del vestuario con su eterna capitana, Neki Berwig, y con el resto del equipo.
Ahora tendremos la oportunidad de verlas por separado, de dividir su esencia y de disfrutarlas por partida doble, la nota positiva que hay que llevarse de todo esto. Ellas continuarán con su misma forma de ser aunque ya nada será igual, si bien será especialmente complicado verlas en contra, saber que si una gana la otra perderá, y ver cómo se buscan para ganarse puntos.
Pero esto es lo que tiene el deporte, esta es su idiosincrasia y en el carrusel de emociones y cambios constantes que supone el pádel, también ha sido tocada una dupla que parecía eterna, irrompible. No mandan solo los resultados, hay más cosas (al menos en este caso) y las sensaciones también juegan un papel muy importante.
Como dice nuestro compañero y amigo de Padelazo, Nacho García, en su magnífico artículo, »Sí, Patty y Eli se separan pero lo hacen con la condición de invictas. Han perdido muchas veces en el marcador pero jamás han traicionado su identidad. Por más dolorosa que fuera la derrota, y han sufrido unas cuantas, siempre han permanecido en pie, respetuosas, generosas, agradecidas, comprometidas. Han peleado hasta la última pelota y han respetado hasta la última adversaria. Siempre fieles a sí mismas, siempre ejemplares. Y ese es un legado imborrable, una enseñanza que, en tiempos de tanta impostura, trasciende el pádel».
Este es el particular homenaje de quien escribe. Mucha suerte en vuestras nuevas andaduras, ahora por separado, pero con la misma sonrisa y grandes valores de siempre.
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