Fue una final apoteósica en el Foro Italico, con las gradas llenas, el público entregado y, según los jugadores, el culmen a un torneo extraordinario en el que les han cuidado y ha estado todo muy bien organizado. La cita Major de Premier Padel en Roma iba a tener con ello su gran colofón, la final soñada entre las dos mejores parejas del ranking.
Se repetía el menú de Catar, con Ale Galán y Juan Lebrón por un lado y Paquito Navarro y Martín Di Nenno por el otro, convertidos en gladiadores en el coliseo que representaba la pista, entregados ellos también al espectáculo y protagonistas de una batalla épica. Porque el parido fue mayúsculo, de los mejores que se recuerdan.
Entraron los cuatro enchufados y dispuestos a pelear cada bola que les llegase a sus inmediaciones, con Paquito y Martín quizá algo más conectados y, sobre todo, cortocircuitando parte del cuadal ofensivo de Lebrón y Galán, a los que obligaban más a defender desde el fondo sin permitirles esas rápidas transiciones que realizan y que consiguen que, cuando se instalan en la red, por su poderío y envergadura sean dos monstruos.
Así, lograrían un break decisivo el andaluz y el argentino, un único break, la llave que necesitaban para abrir la puerta y colarse, encendiéndose con gritos el uno al otro, dándose ánimos mutuamente conforme se cargaba de pólvora el partido y lograban, finalmente, dar por cerrada la primera entrega (4-6).
Y entonces llegó la aparición de los nº1, quienes no se iban a conformar con volver a perder ante sus mayores rivales, como en Catar y que querían, lógicamente, la revancha. Buena culpa de esa mejoría en pista y en el resultado la tuvo Ale Galán, que fue de menos a más durante todo el partido. Primero se vio muy metido en el cristal, demasiado ocupado de las tareas defensivas, pero poco a poco se fue despegando, viniéndose hacia delante con esa zancada poderosa que tiene, pegándose a la red y ahí sacó todo su potencial. También tuvo algo de culpa de un cierto bajón el problema en la mano de Paquito Navarro, concretamente en su mano derecha, algo acalambrada y con dolores en el pulgar sobretodo. Pero aun así, peleó como el que más.
El caso es que las fuerzas se igualaban una y otra vez y si golpeaban unos los otros respondían con igual o más fuerza, si unos remataban, Paquito se encargaba de castigar el retroceso de la bola y si lo hacían los otros, Galán o Lebrón salía corriendo a recuperarla fuera de los límites de la pista. Un toma y daca constante, una batalla de pádel y energía.
Al final, tras mucho pelear e irse más allá de las dos horas y media de encuentro, de desgaste total, de derrochar talento, magia, entrega y sufrimiento. Un parido de sangre, sudor y lágrimas, una oda al pádel (4-6, 7-5 y 6-4).
Y llegó la ceremonia de entrega de títulos y tras el acto protocolario se erigió en maestro de ceremonias Paquito Navarro, quien cogió el micro, pidió la canción con la que le venían animando durante toda la semana y levantó a los cuatro costados de la grada, haciendo bailar y cantar al público, batir palmas, gritar, saltar y terminar la fiesta que ha sido el torneo de Roma por todo lo alto.
Los comentarios están cerrados.