Este lunes 22 de abril se celebra el ‘Día Internacional de la Madre Tierra’, con el objetivo de recordar a todos que tanto el planeta como los ecosistemas son los que nos dan la vida y por ello debemos tratarlos con respeto y concienciarnos todos, especialmente a las generaciones más jóvenes que tenemos una responsabilidad con todo ello y que por poco que hagamos será mucho para preservar la naturaleza y cuidar a las especies que habitan en la Tierra.
Pero, ¿qué tiene que ver el pádel con todo ello? Muy sencillo, pues para saber cómo afecta este deporte al medio ambiente hay que irse a uno de sus elementos imprescindibles: las pelotas. Según datos de la Federación Internacional de Tenis, se fabrican unos 360 millones de pelotas de tenis al año, a las que habría que sumar el número cada vez más creciente de bolas de pádel y de otras modalidades como squash o frontenis.
Sus materiales básicos, caucho y felpa, son sintéticos, hidrocarburos derivados del petróleo, lo que supone emplear un total de 21.600 toneladas de caucho que, además, producen en ese proceso de fabricación 86.400 toneladas de CO2. Hay que tener en cuenta, por otro lado, que estos productos tienen una vida útil muy corta y que las desechamos después de muy pocos partidos, cuando ya no tienen presión, aunque la felpa y el caucho están en perfecto estado.
Poco a poco van surgiendo avances tecnológicos en las marcas que ayudan a evitar que se deseche tal cantidad de productos, mejorando la eficiencia de los materiales y su durabilidad, para dañar lo menos posible al medio ambiente. Buceando en el subsector de las pelotas, hemos encontrado diversas tecnologías que ayudan a alargar su durabilidad, lo que supone no solo una ayuda al ecosistema, sino también un importante ahorro para nuestros bolsillos.
Una de las más eficaces que hemos encontrado es la herramienta de Pascal Box, que desde hace años investiga cómo mejorar el uso de las pelotas, intentando que duren más de lo habitual, que no se desgasten y que mantengan unas prestaciones iguales que el primer día.
Y es que todos compramos un bote de bolas (hechas de materiales sintéticos, que además suele venir en bote de…sí…plástico), pagamos un dinero por ellas (en España son relativamente baratas), las usamos muy pocos partidos (incluso uno solamente) y luego las desechamos, las tiramos a la basura, todo porque se han mojado ligeramente o han perdido presión. Y es que a todos nos gusta jugar siempre con bolas nuevas si no, parece que no estamos cómodos ni podemos sacar a relucir nuestro mejor juego, pero ¿qué impacto tiene esto realmente en el medio ambiente?
Sin embargo, ahora pueden durarnos algo más gracias a tecnologías como esta, con la que podemos »volver a inflar» las pelotas de pádel, tenis y frontenis a su presión reglamentaria una y otra vez. No tenemos una válvula como en los balones de fútbol o baloncesto por donde introducir el aire, pero el aire se introduce de manera cuidadosa y precisa a través de los poros del caucho de la pelota, así de simple (y no tan simple, porque se requiere una alta precisión y cuidado en el manejo de las presiones para no dañar el caucho y a la vez conseguir introducir la presión justa dentro de los rangos reglamentarios establecidos por las federaciones internacionales).
Esto es algo que, lógicamente, significará una ligera reducción en las ventas de las pocas marcas que fabrican bolas, pero su ayuda al ecosistema será más que notable y siempre debe primar un comportamiento responsable. La dirección obvia es que se sumen a la »ola de reciclaje» desde el primer momento, apoyando esta solución y, en un segundo paso, desarrollando una pelota que se adapte y aproveche las ventajas de esta tecnología, una pelota de mayor valor.
Hay que cambiar el chip, ya que las pelotas de pádel, tenis y frontenis se hinchan también, como los balones de fútbol o baloncesto.
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