Desde su nacimiento en España en los años ochenta, con la apertura de la primera pista en el Club de Marbella, el pádel ha tenido un crecimiento estratosférico en este país. Según los últimos datos del Consejo Superior de Deportes, ya son más de cuatro millones de personas las que practican este deporte en la geografía española. Unas cifras que reflejan que España sigue siendo una potencia global, junto con Argentina, ya que según la Federación Internacional de Pádel (FIP) hoy en día hay más de 12 millones de jugadores en todo el mundo. Sin embargo, como ocurre en el caso del tenis con Rafael Nadal, número uno del ranking ATP y máximo favorito en las apuestas del US Open, el argentino Fernando Belasteguín es el rey absoluto del deporte de la pala.
Bela nació el 19 de mayo de 1979 en Pehuajó, ciudad de la provincia argentina de Buenos Aires. Durante gran parte de su infancia practicó fútbol, como no podía ser de otra forma en un país que vive este deporte con una pasión indescriptible para el resto del mundo. Jugaba de central en el San Martín, equipo de su ciudad natal. Sin embargo, junto a su casa construyeron unas pistas de pádel en las instalaciones del Club Atlético General San Martín, las cuales llamaron su atención.
La relación entre el pádel y Belasteguín puede resumirse como amor a primera vista: «Me tiraba todo el día allí. Cuando faltaba uno entraba yo». Comenzó a jugar en la escuela de pádel del Club San Martín, dejando su corta carrera futbolística en un segundo plano. A los 13 años recibió una invitación especial de la Asociación de La Pampa para disputar una de las fechas del circuito argentino que se celebraba ese fin de semana en Santa Rosa. Siendo unos desconocidos para el resto de los participantes, el joven Bela y su compañero consiguieron ganar el torneo. Un primer triunfo con el que comenzó su brillante trayectoria deportiva.
16 años manteniendo el número uno
El torneo celebrado en Santa Rosa fue su principal escaparate, ya que Roberto Díaz, padre de Matías Díaz, actual número seis del ránking, se fijó en el talento del joven Belasteguín. Dos años después, con 15 años, debutó como profesional, alejándose del fútbol: “Me di cuenta de que en el fútbol se llevaban a los buenos, a los que metían goles, así que me decanté por el pádel”. Una trayectoria meteórica en la que a los 20 años fue considerado como el mejor jugador de Argentina.
Después de llegar a la cima, el siguiente paso en la carrera de Belasteguín era cruzar el Océano Atlántico para competir con los mejores jugadores del mundo que se habían instalado en España. El objetivo era jugar un mes completo en el circuito español, sin embargo, antes tenía que conseguir el dinero para los billetes. Bela y Matías Díaz cruzaron el charco por primera vez en 1998 con 15 palas cada uno para vender durante ese mes y financiarse la gira. Un momento crucial en su trayectoria, ya que desde entonces nació la leyenda del argentino en el pádel europeo con 16 años consecutivos manteniendo el número uno: «A partir de ahí empecé a venir todos los años hasta que en 2001 me quedé definitivamente».
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