Que el final de temporada se está haciendo largo es una obviedad y que a muchos les está costando más de lo previsto, también. Quizá dos de los que más lo están sufriendo son Ale Galán y Fede Chingotto quienes, tras su explosión en los comienzos de su unión, ahora, debido a los problemas físicos de Galán y a la mejora de sus principales rivales, no están encontrando su esencia ganadora.
En las semifinales de Acapulco se han encontrado con un nuevo escollo, Miguel Yanguas y Franco Stupaczuk, pareja de talento desbordante que únicamente tenía que hacer frente a ese puzzle de piezas, conseguir que encajen, para conseguir impresionar y pasar de ser posible pretendiente a realidad. Y lo ha conseguido.
Carlos Pozzoni, con paciencia y sabiendo tocar los mecanismos necesarios en el momento preciso, les ha transmitido confianza, armas y capacidad para generar incertidumbre con su juego a los rivales. En México han dado un paso adelante más en rendimiento logrando deshacer las aspiraciones de Galán y Chingotto en un partido muy serio por parte de los cuatro y definido por detalles.
Un resultado de 7-6 y 7-5 lo describe la perfección. Hubo batalla desde el inicio, golpes constantes a la línea de flotación, puntos en los que nadie quería perder y en los que todos sumaban. En definitiva, 2:20 horas de intercambios constantes que tuvieron su punto álgido en el tie break del primero, donde el andaluz y el de Chaco cogieron mejor ritmo y dieron más pasos al frente (7-3) para hacerse con el parcial, y luego en el segundo, que también estuvo a punto de llegar al desempate per que se evitó con un break de los chicos de Pozzoni para dar la puntilla definitiva a Ale y Fede.
Y si esta semifinal fue fantástica, la segunda fue una oda al combate y al aguante. Ganaron los de siempre, Arturo Coello y Agustín Tapia, pero esta vez parecieron humanos y, al menos, sangraron. Martín Di Nenno y Juan Lebrón les atacaron sin cesar y provocaron quizá no dudas, pero sin complicaciones varias.
Cierto es que los números 1 arrancaron como siempre, vertiginosos, más en esta pista donde la pelota vuela y en esa faceta son sublimes, consiguiendo en poco más de 20 minutos escribir un 6-3 en el luminoso.
A partir de ahí, giro total de guion en el 20×10, siendo capaz Agustín Gómez Silingo de reinventar el juego de los suyos y cambiar por completo el devenir del choque. Juntaron líneas el andaluz y el argentino y complicaron la existencia de Arturo y Agus, devolviéndoles el golpe antes recibido. Encontraron la manera de minimizar el juego aéreo de los líderes del ranking, jugando más pausados, con intercambios más largos, y tirando con astucia a la par que abrían ángulos.
Intentaban contrarrestar los pupilos de Gustavo Pratto pero la situación cada vez pintaba peor, tanto que encajaron un break y no pudieron recuperarlo, perdiendo la inercia del partido y viendo cómo Di Nenno y Lebrón se marchaban en pos del empate (3-6).
En el tercero, la batalla adquirió tintes todavía más épicos y de disfrute para el público, que estaba encantado con lo que los cuatro ofrecían en la pista.
Golpeaban unos, respondían otros, defendían y buscaban romper y desde el otro lado de la red encontraban la misma fórmula. Aunque heridos, ninguno se vio contra las cuerdas y tuvieron que recurrir por ello al tie break. La muerte súbita sería juez y testigo, verdugo de unos y ascensor a la final para los otros. Una muesca más en el cinturón o sorpresa total.
Y fue lo primero, porque se lo llevaron sin excesivos problemas Coello y Tapia en un ejercicio de excelentes prestaciones, de finura en la elección de los golpes y, sobre todo, de remates. Pusieron la barrera y dijeron «hasta aquí», ejerciendo su supremacía final con un 7-3 para un 6-3, 3-6 y 7-6.