23 de noviembre de 2024
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Cómo identificar la Epicondilitis

La Epicondilitis es una patología muy común, incluso para quien no practica deportes de raqueta. También conocida como ‘codo de tenista’, en este artículo trataremos de explicar qué es exactamente, qué tejidos sufren la lesión y por qué aparece de una manera tan común en deportes como el tenis o el pádel.

La palabra epicondilitis viene de una estructura anatómica localizada en el codo, que se denomina epicóndilo, y del sufijo ‘–itis’, que significa inflamación. Podemos hablar de epicóndilo lateral o epicóndilo medial (también conocido por epitróclea) y en ambas zonas podemos sufrir lesiones muy parecidas, aunque con connotaciones diferentes.

El epicóndilo lateral sirve de anclaje para la musculatura epicondílea, responsable de la extensión de la muñeca y de los dedos así como de la supinación del antebrazo. El movimiento de supinación es el que, manteniendo el codo en flexión de 90º, lleva la palma de la mano hacia arriba.

Estos músculos tienen su origen en el epicóndilo y forman una masa muscular palpable que, según se acerca a la muñeca, se va transformando en un tejido conjuntivo en forma de tendones cuya inserción se encontrará en distintas estructuras anatómicas de la mano.

En relación con el gesto técnico del pádel, esta musculatura es muy importante y, por eso, se convierte en una patología muy común en dicho deporte.

Síntomas que evidencian la lesión

La Epicondilitis es una entesitis, es decir, una tendinitis de la porción del tendón que se inserta en el hueso y presenta inflamación local, tumefacción, crepitación, dolor agudo e insidioso a la palpación, contracción y estiramiento. Dicho dolor puede irradiarse hacia la parte externa del antebrazo y puede provocar pérdida de fuerza prensil en la mano. En una fase muy inicial el dolor se instaura al inicio del ejercicio y, poco a poco, va desapareciendo hasta que vuelve durante el reposo posterior.

En una fase aguda más instaurada, el dolor está presente de forma constante y se acentúa con el movimiento. Es la fase más incapacitante y no nos permite continuar con nuestra actividad. Se trata de un dolor que se localiza de una manera muy puntual en el mismo hueso y, por lo general, puede confundirnos y hacernos creer que es el hueso el que está dañado aunque no es así. El tendón al insertarse, lo hace a través de una película que recubre el hueso y que se llama periostio; éste se irrita, se inflama y produce ese dolor óseo tan característico. Suele ser en este momento cuando los fisioterapeutas nos encontramos con el caso, ya que es cuando el dolor es más significativo y cuando el deportista decide acudir a la consulta.

Sin embargo, el deportista debería anticiparse a este instante y comenzar a tratar el problema en una fase previa por la que todos los jugadores pasan muy a menudo y que, si no se le presta atención, puede evolucionar en la instauración de una Epicondilitis como tal. Antes de que la región del epicóndilo comience a presentar síntomas de inflamación, suele aparecer una sobrecarga de la musculatura correspondiente debido a múltiples causas. Si prevenimos estas sobrecargas y cuidamos su evolución podemos disminuir bastante la probabilidad de sufrir esta patología.

Como cualquier tendinitis, existe el riesgo de que el proceso evolucione a una fase crónica y convertirse en una tendinosis. En ella, ya no existen signos inflamatorios y sí un proceso degenerativo crónico del tendón, que puede llevar al deportista incluso a abandonar la competición.

Causas que favorecen su aparición

La mayoría de los casos de Epicondilitis tienen relación con movimientos de repetición relacionados con la actividad deportiva o también con la actividad laboral, y no tanto con hechos traumáticos.

Las causas más importantes tienen relación con el gesto deportivo, con lo que un trabajo de entrenamiento y adiestramiento de cada uno de los movimientos implicados en la actividad es fundamental para prevenir la lesión.

El revés es el gesto más peligroso, ya que partimos de una posición en la que el codo, la muñeca y los dedos están en flexión (éstos últimos haciendo prensa sobre la pala). En esta postura, la musculatura epicondílea se encuentra en máximo estiramiento y, al golpear la bola, se produce una contracción muy brusca y rápida de dicha musculatura. La repetición de este movimiento de forma constante facilita la aparición de la Epicondilitis y, por eso, la correcta ejecución del gesto deportivo es tan importante.

Pero también tienen una gran influencia los materiales con los que trabajamos en el desarrollo de la actividad:

– Un cambio de pala o el uso de una pala inadecuada para nuestro nivel, altura, peso, constitución, etc.

– Una empuñadura demasiado gruesa, demasiado fina o la colocación incorrecta del grip.

– Una bola defectuosa, desgastada o en condiciones diferentes a las que estamos acostumbrados (lluvia, frío intenso).

– Cambios en la intensidad y/o en los tipos de entrenamiento.

En general, cualquier aspecto que pueda provocar una variación en nuestras sensaciones normales durante el golpeo de la bola y sobre la calidad del gesto deportivo.

Ya dijimos que la repetición de movimientos es la causa más importante en esta lesión. Es por eso por lo que hay que tener en cuenta que aunque todo el material que utilicemos sea el correcto, nuestro gesto deportivo sea perfecto y todas las condiciones requeridas sean idóneas, durante la actividad estamos repitiendo una y otra vez una serie de movimientos y que dicha repetición, por sí misma, provoca tensiones y sobrecargas que si no prestamos atención pueden derivar en este tipo de patologías.

Alberto Marquina Rodríguez

Expansión y Desarrollo Fisiosalud+

Fisioterapeuta colegiado nº 2.973

http://www.fisioweb.com/

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