Llegaban Arturo Coello y Agustín Tapia a este torneo de México con alguna duda en su rendimiento tras las últimas pruebas, en las que no solo no habían conseguido triunfar (desde el torneo de Málaga allá por julio no levantaban un título), sino que incluso habían visto cómo sus rivales (Franco Stupaczuk y Martín Di Nenno) se les acercaban y otros nuevos surgían y les arrebataban valiosos puntos (Ale Galán y Juan Lebrón).
Todo ello, la cercanía del final de temporada y el hecho de que los fantasmas rondasen por sus cercanías y sembraran algo de incertidumbre, hacían que el torneo de México casi que valiese doble y fuese una prueba de final de carrera, una especie de selectividad en la que había mucho en juego. Pero fue llegar allí, y rendir como antaño.
Todo el torneo estuvieron a un nivel excelso, recuperando sensaciones y pegada, desarticulando la resistencia de sus oponentes sin ceder un solo set, sin tener un tie break ni llegar a un final apretado; dos bolas de demolición, dinamita pura y efervescencia absoluta. Lo necesitaban. México ha sido una especie de resurrección, de agua en el desierto.
Eso sí, en la final les tocaba medirse a una pareja que también ha implosionado por completo y que ha dejado de ser un proyecto con visos de convertirse en importante para serlo totalmente: Tino Libaak, metrónomo y contemporizador absoluto, y Leo Augsburger, pádel espectáculo, irregular pero dando siempre más de lo que en ocasiones quita por su precipitación. Dos jugadores muy jóvenes, hornada de cantera argentina, que quieren hacerse un hueco importante, y van camino de ello.
Suyas han sido varias de las mejores actuaciones y ‘highlights’ del torneo, suyos han sido los titulares, pues han dejado por el camino a todos a los que se han enfrentado, empezando por Diego Gil y Nacho Sager, continuando por Paquito Navarro y Fede Chingotto, después Víctor Ruiz y Lucas Bergamini y, por último, Stupa y Di Nenno, hasta que llegaron a la final y ahí, por cansancio quizá y por ir con los deberes más que hechos, no pudieron sacar su mejor versión.
Las alturas de competición y lo que había en juego pesaron en sus piernas más que ningún día y la ilusión de poder ganar un título no pudo superar eso, algo en lo que también tuvo culpa el fuego de artillería constante al que fueron sometidos y que, sorprendentemente, dejó el mismo marcador que en la final femenina.
Cierto es que Tino y Leo aguantaron las primeras acometidas, tirando de movimiento y rapidez en pista para contrarrestar a los números 1 y que gracias a eso aguantaron hasta el tramo final, donde la experiencia de Tapia y Coello les permitió jugar con más poso y abrir la mínima ventaja que les concedió el set (6-4).
En el segundo, una rotura muy temprana les ponía más en órbita si cabe, consiguiendo ampliar justo después el margen y terminando por disfrutar sobre la pista y conseguir un extraordinario 6-4 y 6-2 que supone su título número 11 en la temporada de World Padel Tour (15 si sumamos los cuatro de Premier) y la confirmación ya total y de manera matemática de su número 1 al finalizar 2023.
Eso sí, que nadie se olvide de Tino Libaak y Leo Augsburger porque van a seguir dando guerra y para 2024 es una pareja a tener muy en cuenta y que va a estar muy cotizada.