Llegaban las dos parejas con la moral muy alta a la final de Bruselas, pero una de ellas salió escaldada o, cuanto menos, con un marcador muy en contra y desde luego, no con una buena imagen.
Por un lado, Ale Galán y Juan Lebrón, quienes estuvieron superlativos en este último partido, demostrando una unión recuperada, un caminar con la misma sintonía, un dos que son uno, un equipo, y por el otro, Franco Stupaczuk y Pablo Lima, un dueto totalmente efervescente que en Bruselas ha dado el do de pecho tras haberse juntado no hace ni dos semanas y que, supliendo la falta de horas de vuelo con ilusión y pasión, había conseguido llegar a la pelea por el título.
Un cara a cara fabuloso sobre el papel que hacía hervir de nervios y emoción al público belga que, no obstante, conforme empezó el partido, se quedó algo descafeinado, pues apenas hubo final, ya que tanto Galán como Lebrón optaron por tomárselo con un todo o nada y Stupa y Lima apenas pudieron encontrar las magníficas sensaciones de los días anteriores.
Golpe tras golpe, percutían los españoles con precisión y balas de cañón para hacer zozobrar la nave del brasileño y el argentino, incapaz de asentarse en ningún momento, haciendo agua por todos lados y terminando por entregar el primer set con un solo quiebre de diferencia (6-3) pero con unas sensaciones nada positivas, resoplando con cierta comodidad por lo que podría haber sido.
El repiqueteo constante de las baterías de Ale y Juan continuó en el segundo y aunque Stupa y Liam pudieron manejarse con cierta igualdad en el tramo inicial, fue irse templando el set y desaparecer de nuevo ante el acoso y derribo del madrileño y el andaluz, incansables en su trabajo y con un break bajo el brazo en el sexto juego, diferencia que ya sería definitiva pues, con otro 6-3 cerraban el partido y la final sin haber llegado siquiera a la hora y media de juego.
Cuatro finales, dos títulos y Galán igualando a Paquito Navarro con 22 entorchados en su haber, el español más laureado de todos los tiempos. Ahí es nada.
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