Jornada delicatessen de pádel. Poco más se puede pedir a un día pegados al streaming o, los más afortunados, sentados en la grada del Palau Sant Jordi. Dos partidos imperiales, cinco estrellas, de premio para los amantes de este deporte.
Para abrir boca, la primera semifinal del día ya nos levantó de los asientos. Frente a frente Sanyo Gutiérrez y Franco Stupaczuk ante Pablo Lima y Paquito Navarro, un duelo de colosos con potencia y toque sutil en un lado y con más potencia todavía en el otro.
Un partido que tuvo que decidirse a tres sets tras una batalla imperial que tuvo de todo y que comenzó con un recital total en modo apisonadora de Paquito y Pablo, más fuertes físicamente y proponiendo más y mejor que los argentinos pero que a pesar de ello no lograban distanciarse y veían cómo, con cualquier acción, Sanyo y Stupa lograban rédito y también sumaban a su marcador. Así hubo igualdad total hasta el quinto juego, cuando el español y el brasileño rompieron totalmente la baraja y sacaron los ases a pasear con dos quiebres seguidos para plantar un 2-6 en el marcador.
Esa inercia positiva, ese caminar cuesta abajo, lo mantuvieron en el comienzo del segundo con otro break que les daba aún más margen, pero los de Claudio Gilardoni no habían dicho su última palabra y sacaron toda la artillería pesada que tenían para reaccionar y darle la vuelta al luminoso, poniéndose el mono de trabajo y forzando el tie break, momento en el subieron todavía más el nivel y aunque llegaron a colocarse con 6-3 a favor, terminaron pidiendo la hora con un 15-13.
En el tercero, en cambio, el bajón físico se notó en la dupla hispanobrasileña (especialmente en Paquito, quizá su asignatura pendiente este curso y a quien notamos que en los partidos largos termina sufriendo más de la cuenta), mientras que Stupa emergió en ese aspecto y comenzó a volar apoyado por la mano mágica del »mago» de San Luis, ambos con cada vez mejores sensaciones y mejor poso en el azul rectángulo.
A golpe de corneta volvían a remontar, por tercera vez en lo que va de torneo y a apagar las llamas en un ejercicio de genial aguante. Se llevaban el partido Stupa y Gutiérrez por 2-6, 7-6 y 6-2 y sonreían. Habían vencido una vez más, habían hecho lo imposible y, como mínimo, repetirán presencia en la final.
Y para no quedarse atrás, otro duelo de aúpa, de los que sientan cátedra. Es una delicia ver a Ale Galán y Juan Lebrón, este a veces tan desconectado mentalmente como iluminado en su juego, oscuro y brillante a la vez, capaz de levantar él solo un partido como de cometer fallos ilógicos para su calidad, pero también es una delicia ver la sutileza y agilidad con la que juega Agustín Tapia y, sobre todo, ver a Fernando Belasteguín pasados ya los 40 pero siendo capaz de competir con el presente y futuro del pádel. Ojalá fuese eterno.
Empezaron en este caso mejor los españoles y se adelantaban con hasta dos breaks para poner el 4-1, pero Miguel Sciorilli y los suyos decidieron que era el momento de enchufarse y contrarrestar el juego. Así, Bela comenzó a tocar más bola y a abrir espacios a la espalda de Galán para que Tapia entrara como un obús y definiera con soltura, marcándose una igualada rapidísima que llevó todo al desempate final.
Primer tie break de la tarde en el que no hubo color, pues Galán y Lebrón no fallaron una sola bola y se lo llevaron en blanco (7-0), demasiado castigo tras haber conseguido llegar hasta ahí.
Y si el primero fue bueno, el segundo todavía mejor, con igual o mayor intensidad y con idéntico caminar, pues también tuvo que viajar al desempate tras llegar al decimosegundo juego sin diferencias en el marcador. Las dos parejas se guardaron a buen recaudo sus saques, pelearon cada pelota y corrieron para tapar todos los huecos posibles y eso hizo que de nuevo se citaran en la desigual suerte del tie break donde, otra vez, serían los españoles los que triunfarían aunque esta vez con un marcador mucho más ajustado. Al final, un doble 7-6 para ellos luchado y definido a »cara de perro».
Este domingo, a partir de las 10 de la mañana, PAR-TI-DA-ZO en la central.
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