Son dos parejas muy parecidas. Con un jugador veterano que da templanza, equilibrio y, sobre todo, un master en la pista cada vez que toca la bola, y otro joven que barre de lado a lado, defiende y ataca sin descanso y define con soltura. En ese duelo de sinónimos padeleros, Franco Stupaczuk y Cristian Gutiérrez se imponían a Ale Galán y Matías Díaz (2-6, 6-4 y 7-5).
Empezaron mejor Ale y Matías, con un claro 3-0 arriba que les daba tranquilidad y poso, una ayuda fundamental para irse lanzados a por el primero. Con un juego sólido, sin estridencias y anotando puntos con facilidad, se pusieron rápidamente con el primero en el bolsillo.
A partir del segundo apareció la figura del chaqueño volador, el joven Franco Stupaczuk que, ayudado por los espacios que generaba el ‘mago’ Gutiérrez, realizó un partido descomunal, sublime, de lo mejor que se le ha visto, imponiéndose en el mano a mano y en la estadística a su ‘pareja generacional’, Ale Galán.
Como decimos, su despliegue fue el agua que empezó a mover la rueda, inexorable, y a hacer funcionar la doble maquinaria argentina, que se arrancó decidida a darle la vuelta al luminoso a base de breaks, dos en este segundo parcial, para igualar a un set para cada uno tras no poder sus rivales recuperar la desventaja.
Y en el tercero y definitivo, por si había habido poca batalla, más todavía. Empezaron como terminaron el anterior, bastante mejor los chicos de Carlos Pozzoní, con dos breaks a su favor (4-0) y lanzados en pos del set, pero si por algo se caracterizan Mati y Ale es por pelear y agarrarse al partido, y eso hicieron.
Del 4-0 pasamos al 5-5 y el público casi sin sentarse en sus asientos, siempre con los dos jóvenes, cada uno en su lado de la red, dando un recital tremendo. Esta vez, la balanza se puso del lado del argentino, que consiguió llegar junto a Cristian a otra final, aunque cualquiera de las dos parejas lo mereció con rotundidad.
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